Odetta Hartman es una neoyorquina que muestra un precoz currículo de impacto: empezó su formación a los 5 años, estudiando violín clásico; a los 10 se pasó a la guitarra y empezó a explorar géneros: bossa nova, blues, rock'n'roll; en paralelo, cantaba en el coro de una iglesia; luego llegaron estudios de jazz vocal, etnomusicología, literatura y música experimental, uniéndose poco después al grupo de folk y bluegrass The Sparrows. Con todo eso en la mochila se las ha ingeniado para dar salida a lo que ella llamó al principio “cowboy soul”, una fusión entre instrumentación roots estadounidense y vocalizaciones propias del R&B. A eso le unió el toque digital de su compañero de aventuras Jack Inslee y de ahí han salido dos discos, “222”, publicado en octubre de 2015, y “Old Rockhounds Never Die”, de agosto de 2018, donde su futurismo antiguo y atomósférico, con un excelente equilibrio entre lo arcano y lo contemporáneo, la tradición y lo experimental, lo familiar y lo arriesgado, están haciendo babear a la crítica de ambas orillas del Atlántico.
Hoy me suena Batonebo.
Textos extractados parcialmente de houstonpartymusic.com.
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