El 26 de Junio de 1933 nace Claudio Abbado en Milán. Director de orquesta italiano, nacido en una familia de músicos, estudió piano en el Conservatorio de Milán con su padre, Michelangelo Abbado y Carlo Maria Giulini. Luego se trasladó a Viena para completar sus estudios de dirección. Fue distinguido en Estados Unidos con el Premio del Concurso de Dirección Orquestal Serguéi Kusevitski, a lo que siguió su debut al frente de la orquesta del teatro de La Scala de su ciudad natal, con motivo de la conmemoración del tercer centenario del nacimiento del compositor barroco Alessandro Scarlatti. En Nueva York ganó otro premio de dirección, el Dmitri Mitropoulos, y en 1965 dirigió la Sinfonía nº 2 de Mahler, con el padrinazgo de Herbert von Karajan, con la Orquesta Filarmónica de Viena en el marco del Festival de Salzburgo, siendo estos dos eventos los que le dieron el reconocimiento mundial y lo lanzaron a la fama como director orquestal y de ópera.
Luego fue nombrado Director Musical de la Ópera Estatal de Viena, con producciones notables, como la versión original de Boris Godunov de Mussorgski, la pocas veces oída Khovanshchina, Fierabras de Schubert e Il viaggio a Reims de Rossini. Dirigió en dos ocasiones el Concierto de Año Nuevo de Viena: en 1988 y 1991. Fue director principal de la Orquesta Sinfónica de Londres y sucedió a Herbert von Karajan como director principal de la Orquesta Filarmónica de Berlín,
Abbado también fue muy conocido por su trabajo con los músicos jóvenes. Es fundador y director musical de la Orquesta Juvenil de la Unión Europea y de la Orquesta Juvenil Gustav Mahler. Además, fue bien conocida su estrecha relación con el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela; dirigió conciertos en Caracas y en varias ciudades de Europa y América con la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar, e impulsó y apadrinó al director Gustavo Dudamel.
Hoy le veremos dirigiendo la Obertura de Lohengrin de Richard Wagner, esa gran obra en la que se respira al inicio un clima tenso, delicado, contenido y frágil como una fina cáscara de huevo, pero lleno de matices que te dejan en suspenso por miedo a que la magia se quiebre. Al final acaba eclosionando, y el Ave Fénix echa a volar y se pierde a lo lejos aunque sin estruendos wagnerianos..
.